Una oportunidad organizacional para el mundo
No cabe duda de que el mundo cambió y tampoco cabe duda que seguirá cambiando. Algo, eso sí, que no va a cambiar, será la importancia de las empresas y organizaciones y vale la pena preguntarnos cuál es el nuevo rol, ya no que queremos, sino que el mundo necesita.
Es ya bastante aceptada la necesidad de que los negocios y proyectos tengan triple impacto: económico, social y ambiental. Que logren lucrar, al mismo tiempo que impacten positivamente en los aspectos sociales y en las comunidades donde habitan y que, a lo menos, no dañen el ambiente y se hagan cargo de su impacto ambiental. Quizás, uno lo podría ver como algo obvio, pero lamentablemente no es y no ha sido así.
Hemos entendido a las empresas como maximizadoras de beneficios para sus accionistas y en esa maximización, se ha avanzado mucho generando tremendo crecimiento, nuevas posibilidades tecnológicas y mejoras sustanciales en la calidad de vida de una parte importante de la población global, pero al mismo tiempo se ha dejado fuera lo social y lo ambiental, en muchos casos como daño colateral en pos del crecimiento, en pos del retorno de la inversión.
El triple impacto aparece entonces como un requerimiento no sólo de conciencia, sino también como una urgencia dado que la lógica maximizadora de beneficios ya llegó a un borde que no es sostenible y pone en riesgo el futuro de la humanidad en este planeta. Un avance hacia ese nivel de comprensión sería de un impacto gigante, pero quizás, aún no suficiente. En esa lógica, vemos que si bien el triple impacto es urgente y necesario, es insuficiente para los desafíos globales que estamos enfrentando a nivel de humanidad.
En la base de la cultura maximizadora de beneficios y optimizadora de costos está una concepción fragmentada, que lleva años de separación entre el adentro y el afuera y que además tiene lógicas polares, incapaces de sostener supuestas paradojas. Esto se manifiesta en la separación entre lo social y lo no social, en la concepción del ambiente como algo fuera de mi, en la lógica de la escasez fundada en la premisa “los recursos son escasos y las necesidades infinitas”.
Es esa cultura la que en estos momentos se necesita integrar y trascender, incorporando todos los avances e insights que nos permitieron llegar donde estamos y dando espacio y propiciando la emergencia de una nueva cultura que permita abordar lo que nos toca de forma compleja y efectiva, ordenada y participativa, conectada y autónoma. Y eso pone un nuevo desafío organizacional. Apostar más allá del triple impacto.
Las problemáticas sociales, ambientales y económicas surgen desde una matriz cultural que está mostrando con claridad sus limitaciones. Es esto a lo que hemos llamado el cuarto impacto, el impacto cultural. Vemos la necesidad imperiosa que al mismo tiempo que tenemos resultados económicos, sociales y ambientales, vayamos apalancando una nueva cultura, habilitando las estructuras a evolucionar hacia estados de mayor integración, lo que al fin y al cabo se traducirá en una nueva forma, permanente, de tomar decisiones.
En las organizaciones hay que iniciar este recorrido a la brevedad, comenzando a escuchar de forma más empática los contextos en los que operan, ampliando los focos desde el resultado al impacto, distribuyendo poder con modelos organizacionales distribuidos que hagan más flexible y adaptativa la organización, y en mucho, aceptando los managers que esto es un viaje de aprendizaje hacia zonas desconocidas y que, muy probablemente, el uso de las fórmulas preferidas puede ser insuficiente para la nueva complejidad.
El cuarto impacto implica movilizar la cultura, apalancar nuevas formas de tomar decisiones para que sea obvio que el beneficio no tiene que ser sólo para mí, sino que para nosotros y más allá para todos nosotros.
El cuarto impacto, el cambio cultural, es la palanca para una economía regenerativa que logre “dar vuelta el partido”.
Autor:
Pablo Reyes Arellano, Director Ejecutivo de Memética
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