El emprendimiento procura la superación de la dificultad en la búsqueda de un objetivo que obedece a un propósito. Si el objetivo estuviera a la mano, no habría dificultad. Sin dificultad no habría emprendimiento. Sin emprendimiento no habría desarrollo ni bienestar.
Ai entendido, el emprendedor es un sujeto desafiado por la dificultad para el logro de un objetivo que obedece a un propósito. Pero ni los propósitos, ni las dificultades, ni la forma de enfrentarlas son hoy las mismas que antes. El mundo ha cambiado aceleradamente, el contexto es diferente y requerimos nuevos propósitos, emprendimientos innovadores y emprendedores adaptativos. En plena transición evolutiva de la era industrial a la era cognitiva, el emprendedor enfrenta el desafío de aprender a emprender en la complejidad, es decir, en un contexto volátil y holístico. Las disrupciones tecnológicas, sociales, biológicas y ambientales se suceden unas a otras, se retroalimentan a escala global, no dejan respiro, nos resultan vertiginosas.
Una dificultad fundamental que enfrentamos para dar cuenta de los desafíos que surgen radica en que la capacidad cognitiva de los humanos necesaria para abordar esta nueva complejidad evoluciona más lentamente que la emergencia de las disrupciones. Estamos preparados para un progreso lineal con escalones incrementales, pero no para saltos cuánticos que en la mayor parte de los casos provienen desde fuera de nuestro ámbito industrial o de negocios, y a veces incluso nuestro alcance territorial, como ocurre con las disrupciones biológica y ambiental.
Estamos ad portas de definiciones políticas relevantes para el país. Sin embargo, los gobiernos ya no pueden rediseñar fácilmente los modelos industriales. El cambio viene principalmente de los ciudadanos, con nuevas dinámicas de consumo y mayor conciencia social y ambiental, y desde los emprendedores, con su innovación y dinamismo.
Las políticas públicas impulsadas por un gobierno a partir de ideologías o concepciones del mundo determinadas (<>), sobre las cuales se optaba – a veces más democráticamente que otras -, definían antiguamente el marco para el emprendimiento. Hoy esta secuencia se ha invertido. La emergencia en los mercados de novedosas formas de emprender, que responden a nuevas necesidades e intereses humanos y se apoyan en tecnologías digitales, pero que escapan de los marcos regulatorios y normativos vigentes – es más, muchas veces los hackean – relegan a las políticas públicas a correr detrás de los efectos que estos cambios generan. Es el sino de los nuevos tiempos, que ningún gobierno de un país comparativamente pequeño a escala global podrá cambiar dramáticamente.
Daniel Fernández
Publicado originalmente en El Mercurio
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